El final de un ciclo marca el comienzo de un nuevo camino
- Lolita
- 5 ago 2017
- 3 Min. de lectura
Como dice el “Credo” de León Felipe “Ni el infierno… ni el fuego y el dolor son eternos” pero cuando los atraviesas, el tiempo va tan despacio que sientes que tu agonía no termina nunca; y puedo decirles que desde que mi papá llego a casa de su última intervención todo se volvió muy lento…. Lento el tiempo para que se le quitaran los dolores de cabeza, lenta la espera para que su siguiente cirugía pudiera ser programada, lenta la agonía de no saber qué iba a pasar; su salud empezó a deteriorarse al punto que le costaba mucho caminar, se cansaba mucho y demasiado rápido; mis buelitos hablaron con el doctor y los remitió donde una especialista que les explicó que durante este tipo de cirugías cabía la posibilidad que se comprometiera la glándula tiroides y eso podría derivar en otros padecimientos, como fue el caso de mi papito, todos estos problemas se sumaron al sufrimiento que el tumor ya le provocaba. Por lo que su lucha se volvía cada vez más dolorosa para él, consumiendo la poca fuerza física que le quedaba, pero su voluntad de seguir adelante fue más fuerte.

Durante todo marzo y abril pase más tiempo recostada junto a él, día y noche a donde él fuera yo le seguía. Recuerdo verlo cansado, con frío, desesperado, sin hambre, bajo mucho de peso a tal grado que le costaba caminar y muchas veces necesitó ayuda, pero sobre todo con sus ojitos tristes, perdidos en el infinito de sus pensamientos. Y entre sus malestares diarios así como las constantes visitas al hospital para poder practicarse una cantidad tediosa de exámenes médicos, se desesperaba con mucha facilidad; pero luego al fin se fijó una fecha para la tercera cirugía, se hicieron todos los preparativos y se llegó el día.

Con el pasar de los días ya no hubo necesidad de sedación pero aún no podía moverse solo lograba abrir sus ojos, esos ojos de los cuales mi buelita se enamoró desde el día que se vieron por vez primera. Con los días comenzaron a notar que su mirada se perdía en el vacío hasta enterarnos por los médicos que había perdido la vista por completo, mi papito ahora estaba ciego… Al pasar los días se volvía todo un reto poder mantenernos positivos en la espera de buenas noticias solo quedaba orar y pedir a quien se creyere conveniente; fue entonces que la buelita cambio sus suplicas a Dios o a la vida, ya a estas alturas a quien tuviera la piedad de escucharla y dijo “Si me lo dejas, que sea completamente sano para que pueda realizar todos sus sueños; sino por favor llévatelo, te lo entrego para que se convierta en una estrella más del firmamento; te lo ruego pues prefiero sufrir eternamente su pérdida que seguir viéndolo sufrir a él”. Y fue entonces cuando su dolor fue escuchado… Era un 27 de agosto a las 5:00 de la madrugada cuando sonó el teléfono en casa, era una llamada del hospital para decirle a mi buelita que mi papito esa madrugada nos dejó, ahora era parte de la inmensidad de las estrellas. Ese día comprendió que mi papito había estado todos esos meses preparándola, luchando con la esperanza de darle fuerzas para enfrentar sus peores miedos y cuando sintió que era el momento, mi papá decidió volar rompiendo las cadenas que lo ataban a esta tierra. Han pasado un par de años y a la fecha no entendemos porque nos robaron su sonrisa, sus abrazos, su alegría; estamos seguros que mi papito vino a cumplir una misión aún más grande de lo que podemos comprender y sí que lo ha logrado porque con el tiempo y en el camino nos vamos dando cuenta la cantidad de personas que mi papá tocó con la luz que la vida le dio los pocos años que estuvo entre nosotros.
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